“La cultura en la que naciste y la tradición de la música de baile y la comida, asegúrate de que sobrevivan.”, narró el artista holandés  Roland Carter en su cuadro Kyrgyz Boy with The Flute (Chico Kirguís con La Flauta).
 
Lincang, de donde procede este té, es una ciudad remota en el suroeste de Yunnan. En la zona residen numerosas minorías diferentes con su cultura y tradición únicas, cuya música, baile, comida y ropa resultan exóticas incluso para la mayoría de los chinos. Sin embargo, durante la globalización en esta época moderna, es una pena que estas bellas culturas y tradiciones vayan decayendo año tras año. Por lo tanto, hemos asociado este té con la obra de arte de Roland dándole el mismo nombre, Kyrgyz Boy (Chico Kirguís). Afortunadamente, debemos sentirnos confortados con el hecho de que el té, como parte importante de las culturas locales de la zona Lincang, está surgiendo y ganando cada vez más reconocimiento.
 
Este es un excelente té de mediana edad, rico en sabor, afrutado, bien dulce, con un amargor y una astringencia apenas perceptibles, y dispone de un agradable aroma de añejamiento que coincide adecuadamente con su edad. A propósito o por accidente, la combinación de varios factores ha dado como resultado un éxito total en este té: el material de los árboles silvestres establece el tono de los sabores del campo montañoso; la cosecha relativamente madura, con una pizca de tallos, presta suavidad y dulzura extras al licor; una cantidad decente de Yabao que se mezcla en el ladrillo de té hace su propia contribución a la riqueza gustativa, y aporta un toque de frescura; el ladrillo está bien comprimido, lo que proporciona un excelente microambiente para el añejamiento. Aunque el último punto también causa dificultad a la hora de deshacerlo, pero hemos hecho el trabajo por ti y lo hemos roto en trozos pequeños, así se suelta fácilmente al prepararlo.